Regimiento de Granaderos a Caballo
La historia del Regimiento comienza juntamente con la aparición de San Martín en el escenario americano, apenas dos años después del grito de rebeldía de mayo de 1810. Con fecha 16 de marzo el gobierno superior provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con las firmas de Chiclana, Sarratea y Rivadavia, expide el nombramiento efectivo de José de San Martín como Teniente Coronel de caballería y “Comandante del Escuadrón de Granaderos que ha de organizarse”, el que sería a lo largo de la tenaz lucha emprendida contra el poder real, el alma y el cuerpo vertebral del éxito del pronunciamiento revolucionario.
La razón de la formación del Escuadrón de Granaderos a Caballo en aquel año y oportunidad no constituye una cuestión de mera rutina en el planeamiento de la estructuración de la fuerza armada que necesitaba el país.
Si bien las evidentes necesidades políticas del desarrollo del proceso revolucionario imponían la creación de mayores contingentes de tropas, dada la amplitud y existencia de varios teatros de operaciones, donde se luchaba encarnizadamente con los realistas la organización del escuadrón de granaderos tiene un significado especial y particular.
Para la concreción del mismo, San Martín había expuesto detalladamente ante el gobierno la necesidad de formar un cuerpo modelo, donde privara la calidad humana de sus integrantes sobre la cantidad, de tal manera que dotándolo de un espíritu, fuera el núcleo de un ejército disciplinado y moderno, capaz de combatir con todas las probabilidades de éxito contra las veteranas fuerzas del rey.
Además, la aguda percepción político-militar sobre su patria, de su territorio, de sus posibilidades, de la idiosincrasia y aptitudes de sus habitantes, como de la extensión de sus líneas de operaciones le señalaban, sin ninguna duda, la materialización de esa idea en un cuerpo de caballería, que ya en los campos de batalla de Europa había demostrado todo su valor y potencialidad.
Conviene acotar, como muy bien lo señala el Teniente Coronel Anschutz, en su “Historia del Regimiento Granaderos a Caballo”, la razón por la cual aparecía la creación de una unidad orgánica, sin las formalidades de un decreto o resolución específica.
“En los albores de nuestra nacionalidad – expresa - era una modalidad de parte de los hombres de gobierno, cuando las necesidades de Estado o de guerra exigían la creación u organización de varias unidades, buscar en principio a los jefes que las iban a comandar, extendiéndoles el despacho de tal en la unidad que a partir de esa fecha se iba a formar. Cada jefe proponía en una lista sus colaboradores inmediatos y aún los oficiales que conocían, o se los habían recomendado.”
Formaron en el núcleo inicial de aquel escuadrón, que sirviera de base para la integración del regimiento, el cual puede darse por constituido como tal en mayo de 1812, los siguientes jefes y oficiales:
En la plana mayor como Comandante el Teniente Coronel don José de San Martín; el Sargento Mayor don Carlos María de Alvear; el Ayudante Mayor don Francisco Luzuriaga y el Portaguión don Manuel Hidalgo.
El escuadrón, dividido en dos compañías, estaba integrado así:
En la primera el Capitán don José Zapiola, el Teniente don Justo Bermúdez y el Alférez don Hipólito Bouchard. En la segunda el Capitán don Pedro Vergara, el Teniente don Agenor Murillo y el Alférez don Mariano Necochea.
Como puede apreciarse, ya figuraban nombres que después, con el correr del tiempo, se harían ilustres en la historia de la patria. En total, el número de efectivos del escuadrón era de dos jefes, ocho oficiales, nueve sargentos, un trompeta, tres cabos y treinta y un granaderos.
Selección del personal
La política de selección del personal, extremadamente rigurosa en los cuadros, se extendió también al de los reclutas, consignándose, por ejemplo, en la nota remitida al señor Doblas, con fecha 18 de agosto de 1812, que se trasladase “… a Misiones con el objeto de extraer trescientos jóvenes naturales de talla y robustez, con destino al Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del teniente coronel don José de San Martín, oriundo de aquel territorio…” …cuya intención revelaba desde un principio el valor que se asignaba a la relación del terruño con el jefe para acrecentar el espíritu del cuerpo.
Aquella orden no pudo cumplirse por varias circunstancias, recurriéndose a la incorporación de reclutas de diversas provincias con un criterio de selección sumamente exigente, que tan buenos resultados daría luego en la práctica.
La larga experiencia en la carrera de las armas había convencido a San Martín del valor imponderable del ejemplo, como base para cimentar la educación e instrucción de la tropa. El general Espejo, testigo presencial, detalla todo este severo aprendizaje:
“Bajo este sistema, sostenido con perseverancia y hasta con vigor -dice en sus Memorias sobre el Paso de los Andes- se verificó la enseñanza de todos y cada uno de los soldados de ese cuerpo, debiendo añadir que no era una enseñanza de mera forma ni que el jefe u oficiales tolerasen algunas pequeñas faltas de ejecución, no señor. No se pasaba de una lección a otra mientras no se viera perfecta y bien ejecutada la anterior. Que las lecciones enseñaban, y si causa se observa sin excusa ni pretexto de ningún género, hasta que todas y cada una de las posiciones y movimientos de táctica se arraigaban como hábito en los hombres.
“Así es que los soldados educados en la escuela de San Martín eran entonces y han sido después un modelo digno de ser imitados, por su gallarda apostura, sus airosos movimientos y su arrogante despejo, tanto en las funciones militares cuanto en las civiles y sociales.
“¿Y qué diremos acerca del aseo personal y la uniformidad del traje? Sería fatigar la
paciencia del lector explicar las minuciosidades de este ramo; pero para no dejarlo en oscuridad, baste decir, que era tan sostenido y escrupuloso su cuidado como lo había sido el de la instrucción. No
se toleraba una manchita en el uniforme, ni un botón no bien limpio.”
Exigente al extremo consigo mismo el Jefe del Regimiento de Granaderos estableció un código de honor al cual debían ajustar su conducta todos los oficiales, sin excepción y sin miramientos, con el objeto de preservar, juntamente con la disciplina, armazón de toda organización militar, el honor que es el alma de todo soldado y de todo cuerpo.
Es de mucho interés transcribir la lista de los “delitos por los cuales deben ser arrojados los oficiales” por cuanto proyecta, con caracteres firmes y definidos, la razón de ser de aquella conducta ejemplar que caracterizó siempre a sus cuadros, en toda la Guerra de la Independencia, por la vasta amplitud americana.
Se reputaban delitos:
1º Por cobardía en acción de guerra, en la que aún agachar la cabeza será reputado tal.
2º Por no admitir un desafío, sea justo o injusto.
3º Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado.
4º Por no defender a todo trance el honor del cuerpo cuando lo ultrajen a su presencia o sepa ha sido ultrajado en otra parte.
5º Por trampas infames como de artesanos.
6º Por falta de integridad en el manejo de intereses, como no pagar a la tropa el dinero que se haya suministrado para ella.
7º Por hablar mal de otro compañero con personas u oficiales de otros cuerpos.
8º Por publicar las disposiciones internas de la oficialidad en sus juntas secretas.
9º Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y soldados.
10º Por poner la mano a cualquier mujer aunque haya sido insultado por ella.
11º Por no socorrer en acción de guerra a un compañero suyo que se halle en peligro, pudiendo verificarlo.
12º Por presentarse en público con mujeres conocidamente prostituidas.
13º Por concurrir a casas de juego que no sean pertenecientes a la clase de oficiales, es decir, jugar con personas bajas e indecentes.
14º Por hacer un uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse notable con perjuicio del honor del cuerpo.
Todos estos aspectos rápidamente señalados, por otra parte muy poco conocidos o relatados muchas veces como parcial anecdotario en los grados primarios, son, sin embargo, la razón del éxito del Regimiento de Granaderos en su memorable campaña.
El culto exagerado del valor y del honor, la exigencia imposible en la instrucción, la persistencia constante en el duro aprendizaje físico, la férrea disciplina, el orgullo ilimitado de ser granadero, la altivez en la mirada, en el gesto o en el hablar, fueron el basamento que cimentaba a aquellos hombres, educados nada menos que en una misión, sin otra alternativa que la victoria o la muerte.
Las enormes dificultades originadas por los problemas derivados de las acciones de guerra empeñadas contra los realistas como la rigurosa selección del personal, impuesta por el propio San Martín, fueron obstáculos que impidieron en un principio la pronta organización del cuerpo.
Con fecha 11 de setiembre de 1812 se crea, por decreto, el segundo escuadrón, y el 5 de diciembre de ese mismo año, con las firmas de Rodríguez Peña, Alvarez Jonte y de Tomás Guido como secretario interino de Guerra, se dispone la formación del tercer escuadrón.
Hasta ese momento las comunicaciones dirigidas por el gobierno al Teniente Coronel San Martín son en calidad de “Comandante de Granaderos a Caballo”, figurando incluso esa misma denominación en las listas de revistas efectuadas.
En la misma forma como se había procedido al crear el Cuerpo, es recién con el decreto ascendiendo a Coronel a San Martín, con fecha 7 de diciembre de 1812, que se usa por primera vez el nombre de Regimiento.
Expresa el mismo, en su parte resolutiva: “Atendiendo a los méritos del Comandante don José de San Martín ha venido a conferirle el empleo de Coronel del Regimiento de Granaderos a Caballo, concediéndole las gracias, exenciones y prerrogativas que por este título le corresponden.”
Como lo señala el Teniente Coronel Anschutz en su estudio sobre la ubicación inicial del regimiento al no encontrarse decretos u órdenes para el alojamiento inmediato del primer escuadrón de Granaderos a Caballo, se supone que al darse la orden de su organización se haya indicado verbalmente al Teniente Coronel San Martín, que momentáneamente ocupara el cuartel de la Ranchería (Perú y Alsina).
Posteriormente, con fecha 5 de mayo de 1812, con la firma de Miguel de Azcuénaga, se ordena que… “… queda puesto a disposición del Comandante del nuevo escuadrón de Granaderos a Caballo, el cuartel que ocupa en el Retiro el Regimiento de Dragones de la Patria; y lo aviso a V.S. en contestación a su oficio de ayer en que me comunica haberlo ordenado así el Superior Gobierno.”
Esta zona era conocida desde la época de las invasiones inglesas como Cuartel del Retiro, siendo su ubicación aproximadamente la zona que bordea la actual plaza San Martín (Arenales y Maipú).
Frente al mismo Regimiento, ante la curiosa mirada de los habitantes de la zona del Retiro, se realizaban diariamente las prácticas en el llamado “Campo de la Gloria” denominado luego de la Revolución de Mayo, como “Campo de Marte.”
No había transcurrido un año desde su creación cuando el 3 de febrero de 1813 tocaría al regimiento recibir su bautismo de fuego allá en San Lorenzo, a orillas mismas del Paraná.
Asociación de Granaderos Reservistas
Asociación de Granaderos Reservistas de la República Argentina
El 16 de marzo de 2003 se produce la recreación y puesta en marcha de la Asociación de Granaderos Reservistas de la República Argentina, siendo su impulsor el Cnel. Hernán Gustavo Jesús Prieto Alemandi, Jefe del Regimiento de Granaderos de aquel momento.
Nuclea a todos aquellos ciudadanos que cumplieron el servicio militar obligatorio o voluntario en dicha unidad del Ejército argentino. Son hombres de todas las edades que se sienten orgullosos de la tradición sanmartiniana de ese cuerpo organizado y comandado por el Padre de la Patria.
Entre las actividades que cumple esa Asociación se destaca la ayuda mutua y solidaridad con camaradas de todas las clases que pasaron por el legendario regimiento. Celebran las glorias conquistadas y asimismo editan publicaciones referidas a estos temas. Se han difundido por todo el país y se los ve en las celebraciones patrias luciendo el birrete de soldados y las insignias del cuerpo custodia del Presidente de la Nación.
Marcha de los Granaderos Reservistas
¡Granaderos Reservistas!
Orgullosos de la Nación
Los templaron las conquistas
Del servicio a su escuadrón.
Hoy sus hijos y sus nietos
Bravíos los ven pasar
Y recuerdan asombrados
Relatos de años sin par.
¡Granaderos Reservistas!
Escolta Presidencial
Son custodios de los valores
Que San Martín nos supo legar.
Hoy la Patria agradecida
Homenaje a su tesón
Reincorpora Reservistas
Y enciende el corazón.
Desfilan con hidalguía
Y al volver la vista atrás
Camaradas y alegrías
Los vuelven a emocionar.
Letra: Horacio Formica
Música: Capitán Antonio Troncoso
Fuente:
Leoni, Luis - Historia de una epopeya - Instituto Nacional Sanmartiniano
Urueña, Pedro Alberto - Asociación de Granaderos Reservistas de la República Argentina
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